jueves, 26 de febrero de 2009

"Lo que pasa es que Cesitar no quiere trabajar"

Fue lo que dijo la señora que tenía yo al costado, en la mesa. De presentación. De dos libros: uno de ella, uno mío. Trujillo: la Feria del libro, no hay nadie en nuestra presentación excepto siete personas: parientes de la señora son... Y Obed. Obed me ha tomado una fotografía veinte minutos antes, sentado a la mesa de presentación, solo y con el sentencioso dedo en alto --así quiero recordarme--, ante un auditorio de doscientas sillas blancas, desocupadas. Ojalá la foto haya salido bien: la tomó con el celular, fácil no se nota que soy yo imitando a Vargas Llosa. "Gracias por su gentil asistencia" dice el presentador, rompiendo el silencio, cuando resulta evidente que nadie más llegará a este lugar... Auditorio José Watanabe. Seis de la tarde. Una de las voluntarias, estudiante de literatura, me sonríe. El presentador es mi editor. Ha venido hasta Trujillo trayendo una remesa de libros de su editorial, entre ellos el mío y el de la señora, en una bolsa negra: los ejemplares están en una mesita, luego de este conversatorio habrá venta y firma de libros...

"Gracias por su gentil asistencia" dice el presentador. "Gracias por no haber ido a ver a Vargas Llosa" digo yo. A esta misma hora, en un soleado arenal de Huanchaco, nuestro primer escritor da una charla intitulada "Los secretos de un novelista"; he visto los pósters hasta en el terminal terrestre de Lima... 1.500 localidades agotadas. O sea que los organizadores de la Feria consideraron que la señora y yo teníamos el mismo peso que Vargas Llosa, ¿no? Que podíamos equilibrar la balanza de este magno evento. Él en Huanchaco, nosotros en Trujillo, y que el público decida.

Y decidió.

La presentación comienza y esta es la primera vez que alguien me llama autor, y no hay oídos para escuchar esta imprecación que acabo de soltar. Y de este primer contacto con el público dependerá mi futura imagen como autor... ¿Presentarme con lentes o sin lentes? ¿Borracho? "Tío, por qué no sales stoned a hablar" me ha dicho Obed en la mañana, "...como las huevas". Hemos fumado tanta yerba y tomado tanta cerveza. Ayer entré al mar y sentí que el color. Que las chispas de agua... Y anoté en mi cuaderno "El mar, con sus intestinos de agua". Y ahora, ¿cómo presentarme ante mis admiradores? Yo había pensado en usar una bolsa de papel en la cabeza... Cuando Jorge ganó el premio de fotografía el año pasado, minutos antes de que lo llamaran para otorgarle el diploma, me dijo "Tío, mándame un puñete... Quiero salir con la camisa rota, sangrando". Artistas...

O sea que la presentación ha comenzado y el presentador --mi editor-- hace preguntas, y nosotros respondemos. Yo lo único que veo, cuando habla la señora, son comillas. Por alguna razón las frases salen entrecomilladas de su boca, abriéndose y cerrándose a mi costado. Qué están buscando ustedes con sus libros, pregunta mi editor, y yo digo que no sé. Ni siquiera sé si soy escritor. "La literatura no sirve para nada", digo, y esta frase me sale entrecomillada. Soy un huevón. La señora parece estar de acuerdo con esto que acabo de pensar porque dice, "Lo que pasa es que Cesitar no quiere trabajar. Él no se ha dado cuenta aún de que la literatura es trabajo; yo tengo publicados ya cinco libros y...".

Y.

Frase pensada: El artista remueve las aguas de la charca. Me refiero a que --esto lo creo yo, y no espero que nadie más se sienta representado-- quien se dedica a estas cosas no puede aspirar más que a ser la persona que viene y con su vara, empuñada por él o ella, mueve las aguas empozadas. Y se va.

"Tú has publicado este libro, ¿no?" me dice Obed, luego de la presentación. Vendimos como cinco ejemplares... "Sí", le respondo. "Pero has pagado por publicarlo, ¿no?". "Sí", digo. "¿Entonces, cuál es tu mérito?" me pregunta. Buena pregunta, madafaquer. Vamos por más cerveza, muchas gracias a quienes fueron a la presentación de mi libro.

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